Luego del fiasco que cerró el retorno a la bicameralidad, el Congreso debe asumir la grave responsabilidad de insistir en las reformas fundamentales que exige la nación, como la que suprime el obsoleto voto obligatorio.Al respecto, hay que demandar a los miembros de la Comisión de Constitución, y luego al pleno, un mínimo de orden y coherencia para mantener la palabra empeñada y poner fin a las sospechosas contramarchas que se vienen suscitando.¿Qué pesa más: el interés nacional y el futuro democrático de la nación, o los cálculos politiqueros de algunos parlamentarios, tan oprobiosos como infundados e inoportunos? No se puede actuar de espaldas a la realidad: basta mirar algunas encuestas, como la de Apoyo, en las que el 68% de encuestados se manifiesta a favor del voto voluntario. Luego, contra lo que se pensaba, no resulta especialmente beneficiado un solo partido. Y, por si esto fuera poco, el sondeo ha probado que si se obliga a los ciudadanos a sufragar, se podría favorecer el clientelismo populista (sobre todo en los votantes menos preparados y más manipulables) o alentarse el voto de protesta inclinado a candidatos radicales. ¿Es eso lo que quieren? Adicionalmente, por principio y por doctrina, es intolerable que se obligue a los ciudadanos a ejercer lo que es un derecho, cuando lo que se debería hacer es promover el voto sereno, razonado y responsable. La ciudadanía debe permanecer muy alerta ante la actuación de ciertos parlamentarios que se oponen a remozar el ordenamiento constitucional. En todo caso, por una cuestión de coyuntura y pragmatismo, tendría que evaluarse al menos la posibilidad de eliminar las multas y las inhabilitaciones por faltar al sufragio. No es lo ideal, pero en vista de la dificultad de lograr un consenso, es lo mínimo que se puede pedir a este Congreso que se distancia cada vez más de sus electores.
Extraido del El Comercio - Peru
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