El pasado de Antauro Humala ha sido recordado luego de que este cobrara notoriedad por su desquiciada toma de la comisaría de Andahuaylas, incluyendo su frustrada candidatura al Congreso dentro de la lista del FIM.
Sería injusto, sin embargo, atribuirle este desliz únicamente al partido de Fernando Olivera, porque hoy se sabe que Humala tuvo contactos con más de una agrupación en el año 2001 con miras a ser incorporado en una lista parlamentaria e, incluso, en alguna plancha presidencial.
Más allá de lo insólito que resultan estas invitaciones a la luz del esquizofrénico desempeño que después ha exhibido Humala, lo que esto permite constatar, una vez más, es el escaso cuidado que los partidos tienen en la confección de sus listas parlamentarias.
Los criterios que suelen primer en la selección son dos. Uno es la capacidad del invitado para levantar votos en una región o en algún grupo de interés específico. Esto ocurre totalmente al margen de la consistencia de las ideas del invitado con los planteamientos centrales que la agrupación pretende defender una vez instalada en el Congreso. Lo único que les interesa es los votos que pueda atraer, no lo que ocurrirá después de la elección.
El segundo criterio es incluso más ruin y peligroso. Este consiste en la invitación a alguien en función de su capacidad para aportar recursos económicos o logísticos para financiar los gastos que implica toda campaña electoral. Bajo este argumento logran colarse en las listas parlamentarias -y finalmente en el Congreso- una gavilla de truhanes impresentables que después se encargan de recuperar con creces la 'inversión' realizada a costa de lucrar gracias al poder y la influencia que otorga una curul.
Antauro Humala no llegó al Congreso, pero hubo varios -iguales o peores que él- que sí lo consiguieron. Esto explica, en gran parte, que el Congreso se haya degradado tanto, al costo del enorme perjuicio que significa el que una institución clave para el funcionamiento de la democracia sea percibida, con razón, como una entidad corrupta y mediocre.
Sería injusto, sin embargo, atribuirle este desliz únicamente al partido de Fernando Olivera, porque hoy se sabe que Humala tuvo contactos con más de una agrupación en el año 2001 con miras a ser incorporado en una lista parlamentaria e, incluso, en alguna plancha presidencial.
Más allá de lo insólito que resultan estas invitaciones a la luz del esquizofrénico desempeño que después ha exhibido Humala, lo que esto permite constatar, una vez más, es el escaso cuidado que los partidos tienen en la confección de sus listas parlamentarias.
Los criterios que suelen primer en la selección son dos. Uno es la capacidad del invitado para levantar votos en una región o en algún grupo de interés específico. Esto ocurre totalmente al margen de la consistencia de las ideas del invitado con los planteamientos centrales que la agrupación pretende defender una vez instalada en el Congreso. Lo único que les interesa es los votos que pueda atraer, no lo que ocurrirá después de la elección.
El segundo criterio es incluso más ruin y peligroso. Este consiste en la invitación a alguien en función de su capacidad para aportar recursos económicos o logísticos para financiar los gastos que implica toda campaña electoral. Bajo este argumento logran colarse en las listas parlamentarias -y finalmente en el Congreso- una gavilla de truhanes impresentables que después se encargan de recuperar con creces la 'inversión' realizada a costa de lucrar gracias al poder y la influencia que otorga una curul.
Antauro Humala no llegó al Congreso, pero hubo varios -iguales o peores que él- que sí lo consiguieron. Esto explica, en gran parte, que el Congreso se haya degradado tanto, al costo del enorme perjuicio que significa el que una institución clave para el funcionamiento de la democracia sea percibida, con razón, como una entidad corrupta y mediocre.
Augusto Alvarez Rodrich
Tomado de www.peru21.com.pe
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