El pacifismo cuqui (ingenuo) frente a un mundo armado: una idea ilusa en tiempos cínicos.

¡Armas para defenderse!

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El pacifismo cuqui (ingenuo) frente a un mundo armado: una idea ilusa en tiempos cínicos.

El pacifismo, como principio moral y político, promueve la resolución de los conflictos mediante el diálogo, la no violencia y la cooperación internacional. Es un ideal profundamente humano, anclado en la esperanza de un mundo donde la razón y la ética prevalezcan sobre la fuerza. Sin embargo, en el contexto geopolítico actual, este ideal parece chocar de frente con la realidad.

Mientras las democracias occidentales debaten presupuestos de defensa y buscan mantener equilibrios diplomáticos, potencias como China y Rusia avanzan a pasos agigantados en su rearme militar. Rusia, con su invasión de Ucrania, ha demostrado que no teme recurrir a la violencia para imponer su voluntad. China, por su parte, moderniza su arsenal, amplía su influencia en Asia-Pacífico y mantiene una postura cada vez más firme sobre Taiwán. En ambos casos, la expansión militar se acompaña de narrativas que justifican el uso de la fuerza como herramienta legítima de política exterior.

En este contexto, el pacifismo peca de incongruente —no por sus principios, sino por su aplicación práctica. Promover la paz sin reconocer que otros actores están dispuestos a usar la violencia para sus fines es, en el mejor de los casos, ingenuo; y en el peor, peligroso. La historia ha demostrado que la paz no siempre se alcanza con buenas intenciones, sino muchas veces con una capacidad creíble de defensa. La disuasión, aunque incómoda, sigue siendo una herramienta crucial en un mundo donde no todos comparten los mismos valores.

Renunciar a la fuerza en un entorno donde otros la acumulan masivamente no garantiza la paz, sino que puede invitar a la agresión. Por ello, el pacifismo necesita adaptarse, dejar de ser una postura estática o puramente ética, y convertirse en un marco que entienda el equilibrio de poder como parte de su estrategia. Porque si bien la paz es el fin último, la defensa sigue siendo —por ahora— su garante más realista.

Editorial.