lunes, abril 03, 2006

LA TENTACIÓN DEL FRACASO.

Es un articulo que me parece de tomar muy en cuenta. Ojala no nos equivoquemos nuevamente

En 1985, los peruanos pudimos elegir presidente a Luis Bedoya, un político serio, honrado, confiable, que había demostrado sus aptitudes como buen administrador público en la alcaldía de Lima y que además había entrenado a sus mejores hombres en el gobierno de otro gran peruano, Fernando Belaúnde. Con mucha diferencia, Bedoya era el mejor candidato de aquella elección, la primera en que voté, sin saber que mi destino sería votar siempre por los perdedores. Pero, aburridos de la seriedad y seducidos por el riesgo, los peruanos eligieron masivamente a Alan García, un joven inexperto, de oratoria inflamada, que nunca había trabajado seriamente en nada, a no ser que dar discursos demagógicos se considere una forma de trabajo.

Durante su mandato de cinco años, que parecieron muchos más, García empobreció vertiginosamente a sus compatriotas. Si un buen gobernante es aquel que mejora la calidad de vida del pueblo al que sirve, no puede discutirse que García fue de una ineptitud abrumadora y que multiplicó la pobreza del país.

En 1990, tuvimos la oportunidad de elegir presidente al mejor candidato de nuestra historia contemporánea, el escritor Mario Vargas Llosa, quien en un acto de amor al país en que nació, renunció por tiempo indefinido a su vocación más ardiente la de escribir ficciones memorables y ensayos de aguerrida lucidez, y aceptó servir generosamente a sus compatriotas, aún a riesgo de su propia vida, pues eran tiempos de extrema violencia terrorista, y a sabiendas de que sería inevitable enlodarse en la mugre y la sordidez de las intrigas políticas. Vargas Llosa, a quien no dudé en apoyar desde mi programa de televisión –algo que, me temo, le costó algunos votos-, hizo una campaña honesta, seria, admirable, sin rebajarse a desbordes demagógicos ni trampas, mezquindades o golpes bajos. No cabía duda de que era un candidato de lujo: el escritor de éxito mundial, demócrata probado, defensor de las libertades y enemigo de la dictadura, la intolerancia y los abusos, estaba asesorado por profesionales de éxito y técnicos del más alto nivel. Sin embargo, los peruanos, una vez más, desdeñaron la seriedad y se arrojaron con espíritu suicida por el despeñadero, eligiendo a Alberto Fujimori, un mediocre profesor universitario, sin ninguna credencial como demócrata ni experiencia de gobierno, quien tuvo la desfachatez de acusar a Vargas Llosa de pornógrafo (por escribir el Elogio de la Madrastra), marihuanero (por revelar que en su juventud probó marihuana) y ateo (por tener la franqueza de declararse agnóstico), bajezas que no fueron repudiadas sino premiadas por todos aquellos que votaron por él, incluyendo a los principales líderes, voceros y escribidores de la izquierda peruana.

En los diez años en que se instaló en el poder y abusó minuciosamente de él, Fujimori dio un golpe de Estado (que una larga mayoría de peruanos aplaudió y una minoría condenó, con Vargas Llosa a la cabeza), destruyó la democracia, se rodeo de ladrones y corrompió todos los niveles de la vida pública en el Perú, para luego fugar sin honor, refugiarse en Tokio y hacer suya la nacionalidad japonesa.

En 2001, recuperada la democracia, los peruanos pudimos elegir presidenta a Lourdes Flores, una abogada de éxito, valiente opositora al golpe de Fujimori y a la dictadura que se instauró desde entonces, congresista seria y honorable y demócrata intachable. Sin embargo, y confirmando esa extraña tradición de votar por los charlatanes, los tramposos y los embusteros, la mayoría confió en Alejandro Toledo, al que se sabía capaz de negar desde que nació a su propia hija de entonces trece años, acusar de prostituta a la madre de esa hija y sobornar a los jueces para impedir que lo obligasen a reconocerla, y, todavía más sorprendente, la segunda mayoría se entregó a Alan García, el mismo que los había llevado a la ruina no muchos años atrás.

Durante su gobierno, Toledo confirmó lo que podía esperarse de un hombre capaz de negar a su hija: que era un oportunista y un pusilánime y no un líder que pudiese ser respetado. Arrinconado por sus opositores, que lo pillaron reuniéndose en su casa con un juez que debía fallar sobre el caso de la hija negada, tuvo el cinismo de dar un discurso televisado a la nación, reconociendo a esa hija y enorgulleciéndose de la decisión, como si fuese un mérito de su gobierno. No obstante esas escandalosas miserias, Toledo logró, muy a pesar suyo, y gracias aciertos colaboradores estimables, como La señora Merino y los señores Kuczynski, Silva Ruete y Dañino, rebajar los niveles de pobreza en el país, aunque no todo lo que pudo y debió haber hecho.

En pocos días, los peruanos votarán por un nuevo gobierno. Pueden elegir entre Lourdes Flores, una mujer seria, decente, de ideas sensatas e impecable trayectoria democrática, a la altura de Michelle Bachelet, la admirable presidente chilena, o el militar retirado en los largos años en que sirvió lealmente a la dictadura de Fujimori como oficial Ollanta Humala, acusado por gente de más humilde condición económica de torturar a personas sospechosas de terroristas del Ejército (sin que protestase nunca por las fechoría y los atropellos de esa dictadura, algo que sólo hizo cuando el régimen se desplomó), representante diplomático del gobierno de Toledo en Paris y Seúl como agradado militar y, al mismo tiempo, promotor y aliado del venenoso pasquín que llevaba su nombre, Ollanta, en el que se exaltaba y glorificaba de violencia política y se exigía el fusilamiento del presidente Toledo, de su ministro de Economía, de los banqueros, los inversionistas chilenos y los homosexuales . Los demás candidatos, incluyendo Alan García, parecen rezagados en la carrera, aunque no puede descartarse que García, veterano seductor de incautos y desmemoriados, dé una sorpresa.

Si podemos aprender de los últimos veinte años o poco más de la atribulada historia peruana, no parece demasiado probable que la nueva presidenta sea Lourdes Flores, la candidata más seria y calificada, a quien, en el caso de que el sentido de la prudencia no me inhibiese de ir a votar y sufrir los riesgos físicos consiguientes (pues hace cinco años, al ir a votar, unos matones enviados por Toledo me agredieron, como represalia por defender en la televisión a su hija negada), no dudaría en dar mi voto. Por desgracia, la tradición sugiere que, de nuevo, como si no pudiesen aprender de sus tropiezos y caídas, como si estuvieses poseídos por una extraña fiebre autodestructiva, los peruanos sucumbirán a la vieja tentación del fracaso y entregarán el poder a un matón peligroso como Ollanta Humala, quien, a pesar de que ahora finge ser un demócrata tolerante, del mismo modo que el charlatán de Hugo Chávez, su mentor, fingió serlo en su primera candidatura presidencial en 1998, no tardará en pervertir la democracia, instalar un gobierno autoritario y poner en práctica unas ideas trasnochadas, que sólo traerán más violencia y miseria a este país inexplicable y confundido.
PAPELES PERDIDOS JAIME BAYLY
Tomado del Diario el Correo.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece excelente que recopiles opiniones sobre los diferentes actores y escenarios políticos pero sugiero que mantengas la selección de artículos en base a un estándar: la rigurosidad. El siguiente blog es una entrevista a vargas haya quien en alguien altamente instruido y basta experiencia política y partidaria, entre otros importantes activos. Pero a quién pones después?? al insufrible super superficial de james bayly!! al menos esa es la sensación con la que me quedé luego de leer ambos artículos... sigue así, desenmascarando la estrategia aprista de hacerse pasar por ex corderitos descarriados en ruta a su exculpasión...

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