lunes, febrero 14, 2005

Peluqueros epilépticos



Un interesante artículo, de la pluma de uno de los excelentes analistas que todavía tenemos en el Perú.
Enfoca el aspecto del voto facultativo, algo que lamentablemente como muchos buenos proyectos, viene siendo relegado; por los calienta-asientos que tenemos en el Congrezoo.
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Los políticos tienen todo el derecho de aullar sus pensamientos al viento. Hasta que empiezan a hablar estupideces políticas. Aunque, claro, estupidez política, ya lo dijo alguien, es una redundancia. Me sorprende escucharla, eso sí, en Valentín Paniagua. Pero, es verdad, puedo haber leído mal. Total, pertenezco a una generación un tanto descreída, que da fe sólo de lo que aparece en los obituarios.
A lo que voy. Paniagua, con esa mirada de naturalista que tiene, de birdwatcher en documental del National Geographic, sostiene que “es prematuro hablar de una implantación rápida de un sistema voluntario (...) El voto voluntario debe ser un objetivo nacional a mediano plazo”. Así lo dijo. A menos que se rectifique. Cosa que, creo, debería hacer. Porque la idea huele a fondo de armario.
Se trata, en todo caso, de una creencia errónea. Que prejuzga que los peruanos somos una manga de inmaduros que no estamos preparados, hoy, para votar libremente. ¿De verdad piensa esto, Dr. Paniagua? Es como creer que estornudar después de tener sexo evita el embarazo. Un disparate.
Ni modo. En la política vernácula, esa que se alimenta de la mentira y del populismo, es parte del paisaje escuchar claudicaciones como las que comentamos. Y es que los políticos cuando escuchan la palabra libertad, sacan el garrote. Lo cierto es que con este tipo de razonamientos corremos el riesgo de que la tiranía del voto forzado nos estrelle a todos de cabeza. Peor aún. Impide que la levantemos.
Porque si el voto fuese libre, opcional, facultativo, o llámelo como quiera, y que corran las apuestas, estoy convencido de que tendríamos otro tipo de legisladores y gobernantes. Al revés de lo que tenemos ahora. Que nos tiene resignados frente a la estulticia. Prisioneros de la imbecilidad ajena.
Ya lo he dicho antes, demasiadas veces quizás, pero ahí voy de nuevo. Detrás de cada congresista oligofrénico, hubo un elector ignorante, borrego, desinformado, agarrado por los huevos y por la multa, que es lo mismo en este caso. Detrás del voto a Mufarech, por ejemplo, hay más de un pelmazo con DNI. Detrás del voto a Alfredo Gonzales hay más de un pollino con temor a la sanción. Detrás del voto a Víctor Valdez hay un palurdo que podría haberse quedado en su casa el día de la elección.
Si el voto fuese libre y voluntario, y no obligatorio como quisieran los Paniaguas, los Ferreros y Salhuanas, cada cédula sería tan poderosa como una bala dumdum. Y la democracia peruana tendría mejores políticos, así como partidos más dinámicos y fuertes. Mientras el voto siga siendo conminatorio, seguiremos condenados a padecer congresistas tan peligrosos como McGyver entrando a una ferretería. O tan peligrosos como un peluquero epiléptico.
Por: Pedro Salinas
patentedecorso@terra.com.pe

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