domingo, febrero 27, 2005

Martha Chávez

Debo tener kilos de papel, miles de centímetros por columna y centenares de opiniones, en radio y televisión, contra Martha Chávez. Sobre su actitud encubridora ante el espionaje telefónico; su actuación en los casos Barrios Altos y La Cantuta; su desidia en la comisión de fiscalización que presidía; su justificación a la amnistía para el Grupo Colina; sus ataques a la Corte Interamericana de Derechos Humanos; sus disparos contra Ivcher y la prensa que ofrecía resistencia a la autocracia; su talante intolerante; su apología fanática a un régimen nefasto; su persistencia para que los periodistas revelen sus fuentes. En fin. Ya saben. Sobre todo lo que defendía la intolerante Martha Chávez.
Porque Martha Chávez era eso: la encarnación del totalitarismo fujimorista, al cual el Perú no debería volver nunca. O sea que a mí tampoco me falla la memoria. Pero el odio no me gana, y no pienso sumarme al cargamontón y linchamiento contra alguien a quien no se le ha probado ningún delito. Porque eso es señal de gallinería y poquedad.
Por el contrario, defiendo desde estas líneas los derechos de Martha Chávez y su reincorporación al Congreso, movido por la repugnancia de constatar, una vez más, que estamos invadidos por congresistas de medio pelo, con más entusiasmo que seso, adoradores de capillitas y conjuras de poca monta, que confirman esa reciente teoría científica que asevera que los murciélagos y los humanos (no todos, está claro) descienden del mismo ser vivo. Basta verlos para concluir que están más cerca de las ratas que de los monos.
Políticos pedáneos es lo que tenemos. De razonamientos torpoides. Aficionados a rebajar el nivel de las cosas. Victimarios y verdugos cuando detentan el poder. Incapaces de darse cuenta que están replicando lo que en el fondo cuestionan: la barbarie.
Es la estupidez como constante en la política peruana. Donde un grupo que no representa nada se afana en devastar los vestigios de civilización. Con capacidad y poder para hacer daño. Que no piensan en las consecuencias de sus actos. Que son muy valientes y corajudos para agredir y acosar a una mujer que se encuentra en minoría, pero a la hora de enfrentar a Mufarech se mean en los pantalones y tiemblan como un flan. Hordas de energúmenos que gozan con sus salvajadas. Son los pusilánimes y mediocres que, algún día, cuando el voto sea libre y facultativo, debemos desterrar.
A mí tampoco es que me guste que Martha Chávez, y lo que representa, tenga presencia en el Parlamento nacional. Pero observar lo que están haciendo y no decir nada es lo mismo que ser cómplice de esta orgía de sadismo y crueldad. Martha Chávez, como ya han adelantado varios legisladores cuya sensatez no ha sido contagiada de la estupidez de sus colegas, debe volver al Congreso inmediatamente, ser indemnizada, y ahí se le combatirá con ideas y los argumentos de la libertad y la democracia.

Patente de Corso
Por: Salinas Pedro
Publicado el: martes, 22 de febrero de 2005 en Correoperu.com.pe

1 comentario:

Static Compost dijo...

Hola, Soy Jordan de Nueva York Me gusta tus blog. Tu van al la mi blog por favor.

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